En el campo, gracias a su mecanización ha cambiado mucho su forma de realizar su trabajo.
Nuestros antepasados se levantaban a las cinco de la mañana, miraban por la ventana y se ponían contentos al ver que el cielo estaba claro; esta trabajo lo hacia el cabeza de familia. Abajo en la cuadra las caballerías esperaban que les echasen el primer pienso de paja y un poco de cebada.
Atrás quedaba el alza, la sementera y los callos de la esteva y llegó la hora de recoger el fruto de la tierra, que a veces no era muy abundante.
Los chicos se levantaban con mucha pereza, el más mozo se vestía sin rechistar, se ponía su pantalón de piezas, su camisa cosida y sus alpargatas de esparto, se bebían su tazón de leche de cabra mojando pan, la mañana es larga.
El padre ya lleva rato en la cuadra preparando las mulas, que posteaban al ponerles los retrancos y barrigueros, en la pieza el trabajo espera.
Al llegar al tajo el padre enseña al más mayor como ponerles los manguitos, la zoqueta y como se coje la hoz con cuidado, pero con energía, los más chicos preparaban las madejas de hilo sisal, para las gavillas y a poner la bota y el botijo a la sombra de los fascales.
El padre levanta la vista y hace un alto para pasarse el pañuelo por la cara y limpiarse el sudor, el polvo y alguna lágrima.
Vuelta a empezar poco a poco, brazada a brazada, los fajos se apilan en los fascales. El carro preparado para llevar los fajos a la era.
En la era esperaban impacientes la llegada de la miés para hacer la parva, el suelo barrido y preparado y el trillo vuelta tras vuelta, la parva desgaja, cruje y hasta parece llorar.
Al final de la tarde la parva está lista, con la rastra se recoje en un montón para aventar, dándole la espalda al cierzo y comienza su frenética danza con el viento, separando paja de trigo, las cribas en un rincón esperando para terminar de limpiar, lo que las horcas, las palas y el viento no ha sido capaz de separar, el montón crece y las talegas más llenas y otros por llenar, observan mudas las granzas que tapizan la era.
Quiero hacer un pequeño recordatorio a nuestros mayores y sepamos valorar y agradecer sus esfuerzos, sudores y su amor a la tierra. Que con muchos problemas nunca se desanimaron y siguieron adelante. Que sea un ejemplo a seguir, para todos y gracias a ellos que han sabido conservar y respetar el campo. Nuestras formas de vida es muy diferente a la que ello vivieron. En nombre de todos les damos las gracias.
Mª Ángeles Delso